Nadie ha escrito así del esplendor perdido, del final de la fiesta. La melancolía de la belleza: Paul Morand en Venecias.
Un texto que es, además, un modelo de la prosa de dietario, libre, a corazón abierto, sin el intermedio de la ficción. Un modelo de dietario, que recuerda a la mejor prosa de Sánchez Ostiz (quien toma una referencia suya para su espléndido La negra provincia de Flaubert).
martes, 31 de julio de 2012
lunes, 9 de julio de 2012
Un soneto de Borges
La nostalgia del orden nos paraliza: nada estará nunca a la
altura, nunca llegaremos al principio y lo recogeremos todo, como si todo fuera
posible abarcarlo, lo vivido, lo leído, lo sólo visto. Probablemente da igual
empezar por cualquier sitio.
Uno quisiera leer a Borges desde su albor, empezando con una
buena biografía –o varias, ya puestos- y, asentados ya los cimientos, comenzar
una lectura cronológica de sus obras completas, como un comentarista del
Renacimiento,…
Da igual: por qué no empezar por un poema de La moneda de hierro, por la “Elegía de
un recuerdo imposible”, el texto que lo abre. Como “Remordimiento”, del mismo
libro, que uno intuye que es la expresión pura de la emoción: en la elegía es
el verso que como un estribillo apuntala el desamparo profundo, “Qué no daría yo
por la memoria”, mendigando tan sólo la memoria de un paisaje, una emoción o
una palabra, la memoria de una vida perdida que es la que acucia en el
“remordimiento”: encabalgamientos abruptos; versos trimembres, como una
congoja; versos bimembres, como los finales con aire de esa poesía eterna de
Quevedo o Garcilaso.
He cometido el peor de
los pecados
Que un hombre puede
cometer. No he sido
Feliz. Que los
glaciares del olvido
Me arrastren y me
pierdan, despiadados.
Mis padres me
engendraron para el juego
Arriesgado y hermoso
de la vida,
Para la tierra, el
agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui
feliz. Cumplida
No fue su joven voluntad.
Mi mente
Se aplicó a las
simétricas porfías
Del arte, que entreteje
naderías.
Me legaron valor. No
fui valiente.
No me abandona.
Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
Quizá sea suficiente con este soneto para ir tirando del
hilo: la “joven” voluntad, ilusionada, de sus padres; el pasado heroico de sus
ancestros (“me legaron valor”); la conciencia de la vida entregada a nada, “a
las simétricas porfías”,…
Y desde aquí seguir el hilo, por donde quiera que vaya…
El hilo se enreda, se revuelve,
en la “Elegía de un recuerdo imposible”. Este Borges elegíaco, pasional,
contenido, alcanza un tono de emoción
que sólo he encontrado en los mejores poemas de Jaime Gil, como en “Ribera de
los alisos”, poema en el que se respira ese aire de profunda paz de las tardes
de sol del otoño avanzado, esa melancolía serena, hermosa, de la tarde que
termina: donde hasta la evocación de los fantasmas y del pasado es un encuentro
amable. En ambos textos hay un fondo de condena, de perdición irremisible, de
atisbo de la muerte: pero en ambos la evocación es un remanso.
Lo que en ellos es elegía serena, en Ángel González es
apasionada, rabiosa; y en Cernuda es solemne, literaria, como un capitel
clásico.
El soneto de Borges tiene su
contrapunto en el glorioso soneto V de Garcilaso: aquí todo es contención,
elegancia, mesura y equilibrio en la emoción, en la desesperación; en Borges
encontramos, empero, al intelecto atormentado, que descabalga el soneto, que
busca la asimetría consciente de su valor estético.
Va de cuentos...
Más allá del título, que pudiera parecer pretencioso, Los mejores relatos españoles del siglo XX, José María Merino realiza un trabajo estupendo antologando y presentando una colección de cuentos espléndida. Estupendo porque sigue un criterio básicamente literario: cuestiones técnicas, temáticas, estilísticas, son las que determinan la selección de tal autor o relato. Incluye relatos de sentimentalidad contenida -así el clásico de Baroja-, relatos fantásticos -espléndido el de Rosa Chacel-, juguetones, vanguardistas -Ayala-, juegos metaliterarios -Unamuno, Azorín-, realistas -Laforet, Aldecoa,...-, arriesgados, irónicos -una delicia "La gabardina" de Max Aub- o desasosegantes -inquietante "Reicheneau" de Juan Benet. Un modelo de antología, al margen del criterio historicista que puede enturbiar el valor estético, como lo era -por ejemplar- la Antología del cuento triste de Monterroso y Jacobs, festín literario donde los haya (empezando con el "Bartleby" de Melville, siguiendo con Chéjov, Joyce, Faulkner, Onetti, Rulfo,...). La presentación de cada relato por parte de Merino es delicada, huye del dato biográfico o editorial, apunta el que quizá pueda ser su valor estético, sugiere una lectura, con el afecto de quien ha frecuentado con respeto y dedicación la obra de los autores que presenta.
martes, 3 de julio de 2012
Al sur de la frontera...
Al sur de la frontera, al oeste del sol. Un relato bellísimo, que acaso no sea uno de los más renombrados del autor.
Esa época en que la vida está por hacer y el corazón queda marcado (relata la primera vez que una pareja de doce años se da la mano con una delicadeza que conmueve). Lo difícil que es decir las cosas, encontrar las palabras en el momento que corresponde (este tema también aparece una y otra vez en Tokio blues). La vida que se enreda y la capacidad que tenemos de hacer daño: "Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir". Los sueños, esos sueños que sólo se pueden tener con diecisiete o dieciocho años, y la perdición, la angustia, que sucede cuando la vida se impone y se suceden los errores una y otra vez.
El azar, el peso del azar en nuestras vidas. El paso del tiempo. La ciudad, la lluvia, la soledad. Las personas heridas por la vida. Personas que se buscan y que se esperan (como en Tokio blues también). Ese algo indefinible que buscamos, como el personaje que lo tiene todo para ser feliz -buenos negocios, dinero, una familia perfecta- y sigue buscando eso que está "al sur de la frontera" y en ese lugar inalcazable "al oeste del sol". El reencuentro fugaz con el pasado, las decisiones que hay que tomar...
De todo esto habla Murakami con una prosa precisa y limpia.
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