Probablemente la mejor narrativa actual no esté en la novela tradicional. La novela gráfica, algunos guiones para series de televisión -así David Simon en The wire-, tienen el nervio, la emoción, el interés que busca quien disfruta con los relatos. La novela de Gabi Beltrán y Bartolomé Seguí es un ejemplo de narración honesta, a corazón abierto, directa, bien ejecutada. Recuerda muchísimo a otros ejemplos excelentes: El arte de volar, de Altarriba, o Arrugas de Roca.
Historias del barrio es un relato fragmentario situado en Palma. Podría ser cualquier ciudad española de los 80, cualquier barrio o pueblo: esa época de vida oscura, sin horizontes, de vida degradada, de vidas perdidas -por falta de oportunidades, por falta de formación, por mala suerte, por las drogas, por falta de ambición, por dejarse ir-. El relato de Beltrán y Seguí habla de todo ello desde dentro, en primera persona, desde alguien que lo vivió y salió de allí. El narrador reflexiona en el capítulo inicial, frente al mar: "Pensaba que todo lo bueno estaba más allá del horizonte. Pensaba que allí, tras la línea por la que desaparecían los barcos, las madres no perdían los nervios y los padres no eran alcohólicos". Relato seco, dibujo preciso -magníficas los retratos urbanos-, prosa ágil, emotiva.
Lo de menos son los premios. En este caso quizá sirven para que se pueda publicar de manera admirable por Astiberri.
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