Patrick Modiano
(1945) es un escritor particular: construye desde hace más de cuarenta años un
mundo literario muy reconocible en el que el lector que lo sigue desde La ronde de nuit (1969) se encuentra
cómodo. Sus novelas son relatos breves que recrean una atmósfera más que una
historia, que tienen un aire indefinido de melancolía de domingo por la tarde,
de desamparo. Sus escenarios alternan entre el mundo mítico de la Francia ocupada con sus
personajes desarraigados, escondidos, en fuga, y el París de los bulevares
periféricos (Les boulevards des
ceintures,1972, es una de sus primeras novelas), las calles desoladas de
los días festivos, los pequeños hoteles, los cafés… Pueblan estos escenarios
personajes que desaparecen, esos personajes de los que nunca se termina de
saber del todo quiénes fueron; personajes en fuga, en busca de aire o de no se
sabe qué, acosados por sombras del pasado; personajes ausentes en zonas
neutras, esos barrios anodinos que parecen tierra de nadie; personajes sin
raíces, personajes que se sienten lejos, siempre lejos del cobijo de la casa de
la infancia; personajes irremisiblemente solos, descabalgados, siempre a la deriva;
personajes que inevitablemente vuelven a un pasado del que han intentado huir;
personajes que son sólo sombras fugaces, apenas el rastro de una fotografía o
un nombre. Sus novelas han sido traducidas al español con relativa puntualidad:
el lector interesado podría acudir, por ejemplo, a Tan buenos chicos (1982), Domingos
de agosto (1986), Exculpación (1988),
El rincón de los niños (1989), Viaje de novios (1990),…
En el café de la juventud perdida (2007) es como
un reencuentro. Es la misma atmósfera que encontramos en el resto de sus
textos, pero técnicamente más depurada. Cuatro narradores superpuestos
reconstruyen la vida de una joven sin rumbo en el París de los pequeños cafés
de la margen izquierda. En esta novela de plena madurez Modiano, a través de
las distintas voces que pueblan el relato reflexiona –son pequeños apuntes, no
más- sobre el fluir del tiempo y los rostros que quisiéramos atrapar, aunque
fuera un instante; sobre las vidas en suspenso, sin rumbo cierto, ancladas en
la esperanza del porvenir y en las mesas de un café, vidas siempre al margen,
sin poder participar de una vida bohemia a la que los personajes asisten como
meros espectadores. La protagonista del relato quisiera hacer tabla rasa con el
pasado, con las heridas que quedan, quisiera desaparecer, buscar otra vida. La
novela es el relato fragmentario de ese intento abocado al fracaso.
Es, en
resumen, una novela de Modiano. No debería ser necesario decir más. Un
Modiano depurado, desesperanzado, con el que recorremos un territorio literario
familiar. Un Modiano triste. Una novela triste, pero hermosa.
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